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TIEMPOS MODERNOS: DE CHAPLIN A CARMENA

¿Se acuerdan de aquella película donde el personaje de Chaplin se encuentra casualmente corriendo delante de una manifestación obrerista encabezándola sin saber de qué se trata? No obstante, fue encarcelado por alterar el orden.

Yo encuentro esa escena muy parecida a lo que ocurre con Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid. De pronto se vio encabezando un grupo que, si bien no se puede calificar de revolucionario, sí que de alguna manera alteró el orden impuesto por la derecha. Un orden claramente perjudicial para los intereses de la mayoría de los madrileños, aunque muy beneficioso para los grandes empresarios y los más adinerados, que aprovecharon las circunstancias para llenar sus bolsillos y dejar deudas gigantescas a pagar por los demás. Como siempre, por otra parte. 
Inmediatamente después de asumir, Carmena recibió las incesantes e injustificadas críticas peperas a través de la caverna mediática, siempre alineada con el poder y siempre dispuesta para la tarea de ensuciar la cancha, lo que maneja con gran entusiasmo y eficacia.

Señalada Carmena, igual que Chaplin, como responsable de algunas medidas que modificaban el rumbo que la derecha había impuesto en el Ayuntamiento y que, por lo tanto, rozaba los intereses de las élites dominantes, comenzó el repliegue de banderas. Inició entonces la alcaldesa una serie de disculpas diarias con el propósito de lograr el perdón de sus pecados, que no eran tales, por supuesto, sino el cumplimiento del programa con el cual asumió su mandato; nada más. Y nada menos para la caverna política y empresarial, que no estaba ni está nunca dispuesta a aceptar un mínimo de justicia que se interponga en sus privilegios.

Desde la denuncia a unos titiriteros que pasaban por ahí, hasta declararse apolítica -como si eso fuera posible-, Carmena creyó que pidiendo perdón por cada decisión que tomaba y que era sistemáticamente criticada iba a lograr distinguirse de los concejales más atrevidos y llegar a ese limbo donde resultara igualmente querida por dios y por el diablo. No entendió que de esa manera gastaba energías en una pasión inútil. Ni olvido ni perdón, una consigna de las víctimas es asumida plenamente por la derecha que nunca perdona, ni aunque te pongas de rodillas, si es que le tocaste un solo euro de los muchos que se apropia ilegítimamente.

Sánchez Mato y su equipo económico eran el principal objetivo a derrumbar por el Gobierno; no podían soportar una gestión impecable que los dejaba en evidencia y que, de paso, demostraba que es posible llevar a cabo medidas económicas que favorezcan a la mayoría sin alterar siquiera los principios del capitalismo. Solo había que apaciguar la voracidad del neoliberalismo imperante y atender las necesidades sociales. No solo evidenciaron que se puede, sino que además rebajaron la colosal deuda heredada del PP y hasta descubrieron maniobras fraudulentas y corruptas de los Gobiernos anteriores. Y, por si fuera poco, el presupuesto arroja un superávit importante para destinarlo a cuestiones sociales.

Entonces Montoro se inventó una interpretación particular y caprichosa del asunto de los gastos para intervenir las cuentas del Ayuntamiento y así detener tanto bochorno. ¿Qué hizo rápidamente Manuela Carmena ante semejante injusticia? No dudó ni un instante en ponerse del lado de los que mandan y echó sin miramientos a Sánchez Mato con el tristísimo y mentiroso argumento de que hay que cumplir la ley cuando no se había incumplido ninguna, sino solo una falsa interpretación "montorista". Y no solo eso; además le permitió a Montoro que rehiciera el actual presupuesto a su gusto. Es decir a gusto del poder económico. Para seguir sumando decepciones, Pablo Iglesias, Errejón y, en general -salvo excepciones-, Podemos apoyaron a Carmena y hablaron también de obligaciones legales. ¿No habrán querido decir electorales?

A mí me parece que es una magnífica oportunidad para Izquierda Unida (que rechazó la decisión de Carmena) de poner punto final a la unión forzada que mantiene con Podemos. Creo que es necesaria la claridad de los mensajes. Que las ambigüedades son patrimonio de los partidos de la derecha, que solo piensan en ganar votos. Y de los que no son de derecha pero que piensan lo mismo. Y creo también que va siendo hora de hacer participar directamente a los votantes para que no dependamos solo de los representantes que, como vemos habitualmente, no nos representan.
Para finalizar,  de lo que estoy absolutamente seguro es que la alcaldesa Manuela Carmena no aprenderá nunca que la derecha no perdona.


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