LA POLÍTICA DEL PODER
Los dueños del dinero que por lo tanto lo son también del poder real, o sea los que mandan, esos a los que nunca vemos ni votamos pero sabemos que están ahí y que dirigen la orquesta, también conducen la cosa política y con maestría. Ellos se escudan en su aparente apoliticismo. Como si fueran neutros en esa lucha también aparente entre la derecha y la supuesta izquierda. Pero desde el pedestal de los que saben ni mas ni menos lo que hay que saber, dictan sus leyes y sus normas que acatan los gobernantes y los difusores de su verdad única e indiscutible: el mercado está en la naturaleza de la sociedad, no la democracia.
Fijémonos, si no, en lo que ocurre actualmente en España. Como los buenos futbolistas que ven antes la jugada, el poder intuyó que el PP era una causa perdida. Que nadie podía rescatar a ese partido, hundido como está en el charco de una corrupción tan abundante como interminable. Agotado, además, por tantos años de gobierno sostenido por constantes mentiras para ocultar una realidad que ya nadie puede ocultar.
Entonces en silencio y como si tal cosa, recuperaron a Ciudadanos de la nada donde se encontraba, y lo colocaron discretamente a un costado del PP para que vaya recogiendo los votos que se le iban cayendo por la desilusión culposa de sus militantes, y así sostener cuantitativamente a la derecha.
Instruyeron a Rivera y Arrimadas para que el discurso no sea tan casposo, tan evidentemente franquista, y los tiraron a la cancha impecablemente vestidos para la ocasión. Modernos si, pulcros también, pero lo suficientemente retrógados en sus raices mas profundas, cosa de no confundir a los de siempre, ni asustar a los inversores despistados.
El ejército ideológico-mediático que siempre acompaña a los capos del neoliberalismo hizo el trabajo sucio en los medios de comunicación y en las tertulias imponiendo a los gritos los sloganes mas mentados.
Y por las dudas, por si todo eso no aseguraba los tantos, tiraron una vez mas del mesías del pensamiento único, o del único pensamiento, como prefieran. Y ahí apareció Aznar como el crack que pide la pelota en los momentos mas difíciles para ganar el partido, asesorando a los nuevos y futuros líderes de la derecha moderna.
Poco a poco Rivera y Arrimadas fueron ganando el espacio que iba abandonando Rajoy por el desgaste de su partido y también por el aburrimiento que genera en las nuevas y pujantes generaciones de una derecha necesitada de nuevos mitos que ayuden a disimular su vieja costumbre de apoderarse del esfuerzo de la mayoría.
Entre los primeros actos reveladores que hizo Rivera para que nadie dude de su fidelidad a los valores del movimiento, fue viajar a Venezuela y lagrimear ante decenas de micrófonos y cámaras de televisión locales y de todo el mundo, para lamentar la falta de libertad de expresión en ese país, y el atrevimiento insolente de los bolivarianos por querer construir una sociedad sin consultar y peor aún contradecir al amo estadounidense.
Eso si, tuvieron que ocultarle a Rivera la violación de los derechos humanos en Honduras, Guatemala, México, Argentina y otros países cercanos como Marruecos, Arabia Saudí, y la masacre cotidiana de Israel contra Palestina, entre otras barbaridades, porque de otro modo no lo paraba nadie y se la hubiera pasado viajando, tan sensible como es.
Arrimadas, mientras tanto, se hizo con la españolidad en Catalunya y ganó las elecciones apoyada sobre todo por la clase obrera en Barcelona y Tarragona, tan abandonada por el independentismo como por la clase dominante. Y a pesar de no poder asumir el gobierno catalán, dio el impulso que le faltaba a Ciudadanos, que de suplente del PP pasó a exigir la titularidad merecida.
A todo esto, la izquierda política (por supuesto no hablo del PSOE porque creo que ya es imposible ubicarlo en este sector del abanico reinvindicativo), cumple con su destino histórico tan bien representado en "La vida de Bryan". Podemos trata de quitarse de encima la red electoralista que lo enredó a tal punto que el mismo Pablo Iglesias confesó haberse alejado de las clases populares. Algunos izquierdistas incorregibles se preguntan cuándo estuvieron insertados en las clases populares.
Un día los dirigentes podemitas salen con la revolución en un puño y sus seguidores se entusiasman con el cambio posible. Pero al otro cambian bruscamente de sentido y dicen, como en el caso de la expulsión de Sánchez Mato en el Ayuntamiento de Madrid, que hay que cumplir con la ley. Ley, que por otra parte, nunca incumplió y que solamente una caprichosa interpretación de Montoro y la necesidad de quitarse de encima el ejemplo de tan impecable gestión, provocó que Manuela Carmena, tan dada a pedirle perdón a la derecha por sus pecados, lo echara.
De Izquierda Unida, no se tienen muchas noticias últimamente. Y cuando muchos de sus militantes esperaban por fin, una separación aunque sea consensuada, de Podemos, Garzón le dio un ultimatum para que atienda sus justos reclamos.
Para completar este panorama no muy alentador que digamos, los sindicatos (absorbidos hace años por el sistema) firmaron junto al gobierno y los empresarios, la pautas para un raquítico aumento del salario mínimo, tragando sin quejas la trampa que encerraba, ya que está supeditado a unas cifras del crecimiento económico superiores a las previstas. La foto de los sindicalistas aplaudiendo junto a los alborozados empresarios y un feliz Rajoy, seguramente por sentirse tan útil a sus señores, formará parte algún día (es de esperar) del montón de decepciones que acumula la clase obrera.
Es cierto que el pueblo unido jamás será vencido, pero desorganizado como está en este momento en España, no digo que sea vencido, pero si desorientado por aquella magistral maniobra del poder económico. En pocas palabras los que se dicen apolíticos, demuestran ser los políticos mas inteligentes del mercado. Y nunca mejor dicho.
Los dueños del dinero que por lo tanto lo son también del poder real, o sea los que mandan, esos a los que nunca vemos ni votamos pero sabemos que están ahí y que dirigen la orquesta, también conducen la cosa política y con maestría. Ellos se escudan en su aparente apoliticismo. Como si fueran neutros en esa lucha también aparente entre la derecha y la supuesta izquierda. Pero desde el pedestal de los que saben ni mas ni menos lo que hay que saber, dictan sus leyes y sus normas que acatan los gobernantes y los difusores de su verdad única e indiscutible: el mercado está en la naturaleza de la sociedad, no la democracia.
Fijémonos, si no, en lo que ocurre actualmente en España. Como los buenos futbolistas que ven antes la jugada, el poder intuyó que el PP era una causa perdida. Que nadie podía rescatar a ese partido, hundido como está en el charco de una corrupción tan abundante como interminable. Agotado, además, por tantos años de gobierno sostenido por constantes mentiras para ocultar una realidad que ya nadie puede ocultar.
Entonces en silencio y como si tal cosa, recuperaron a Ciudadanos de la nada donde se encontraba, y lo colocaron discretamente a un costado del PP para que vaya recogiendo los votos que se le iban cayendo por la desilusión culposa de sus militantes, y así sostener cuantitativamente a la derecha.
Instruyeron a Rivera y Arrimadas para que el discurso no sea tan casposo, tan evidentemente franquista, y los tiraron a la cancha impecablemente vestidos para la ocasión. Modernos si, pulcros también, pero lo suficientemente retrógados en sus raices mas profundas, cosa de no confundir a los de siempre, ni asustar a los inversores despistados.
El ejército ideológico-mediático que siempre acompaña a los capos del neoliberalismo hizo el trabajo sucio en los medios de comunicación y en las tertulias imponiendo a los gritos los sloganes mas mentados.
Y por las dudas, por si todo eso no aseguraba los tantos, tiraron una vez mas del mesías del pensamiento único, o del único pensamiento, como prefieran. Y ahí apareció Aznar como el crack que pide la pelota en los momentos mas difíciles para ganar el partido, asesorando a los nuevos y futuros líderes de la derecha moderna.
Poco a poco Rivera y Arrimadas fueron ganando el espacio que iba abandonando Rajoy por el desgaste de su partido y también por el aburrimiento que genera en las nuevas y pujantes generaciones de una derecha necesitada de nuevos mitos que ayuden a disimular su vieja costumbre de apoderarse del esfuerzo de la mayoría.
Entre los primeros actos reveladores que hizo Rivera para que nadie dude de su fidelidad a los valores del movimiento, fue viajar a Venezuela y lagrimear ante decenas de micrófonos y cámaras de televisión locales y de todo el mundo, para lamentar la falta de libertad de expresión en ese país, y el atrevimiento insolente de los bolivarianos por querer construir una sociedad sin consultar y peor aún contradecir al amo estadounidense.
Eso si, tuvieron que ocultarle a Rivera la violación de los derechos humanos en Honduras, Guatemala, México, Argentina y otros países cercanos como Marruecos, Arabia Saudí, y la masacre cotidiana de Israel contra Palestina, entre otras barbaridades, porque de otro modo no lo paraba nadie y se la hubiera pasado viajando, tan sensible como es.
Arrimadas, mientras tanto, se hizo con la españolidad en Catalunya y ganó las elecciones apoyada sobre todo por la clase obrera en Barcelona y Tarragona, tan abandonada por el independentismo como por la clase dominante. Y a pesar de no poder asumir el gobierno catalán, dio el impulso que le faltaba a Ciudadanos, que de suplente del PP pasó a exigir la titularidad merecida.
A todo esto, la izquierda política (por supuesto no hablo del PSOE porque creo que ya es imposible ubicarlo en este sector del abanico reinvindicativo), cumple con su destino histórico tan bien representado en "La vida de Bryan". Podemos trata de quitarse de encima la red electoralista que lo enredó a tal punto que el mismo Pablo Iglesias confesó haberse alejado de las clases populares. Algunos izquierdistas incorregibles se preguntan cuándo estuvieron insertados en las clases populares.
Un día los dirigentes podemitas salen con la revolución en un puño y sus seguidores se entusiasman con el cambio posible. Pero al otro cambian bruscamente de sentido y dicen, como en el caso de la expulsión de Sánchez Mato en el Ayuntamiento de Madrid, que hay que cumplir con la ley. Ley, que por otra parte, nunca incumplió y que solamente una caprichosa interpretación de Montoro y la necesidad de quitarse de encima el ejemplo de tan impecable gestión, provocó que Manuela Carmena, tan dada a pedirle perdón a la derecha por sus pecados, lo echara.
De Izquierda Unida, no se tienen muchas noticias últimamente. Y cuando muchos de sus militantes esperaban por fin, una separación aunque sea consensuada, de Podemos, Garzón le dio un ultimatum para que atienda sus justos reclamos.
Para completar este panorama no muy alentador que digamos, los sindicatos (absorbidos hace años por el sistema) firmaron junto al gobierno y los empresarios, la pautas para un raquítico aumento del salario mínimo, tragando sin quejas la trampa que encerraba, ya que está supeditado a unas cifras del crecimiento económico superiores a las previstas. La foto de los sindicalistas aplaudiendo junto a los alborozados empresarios y un feliz Rajoy, seguramente por sentirse tan útil a sus señores, formará parte algún día (es de esperar) del montón de decepciones que acumula la clase obrera.
Es cierto que el pueblo unido jamás será vencido, pero desorganizado como está en este momento en España, no digo que sea vencido, pero si desorientado por aquella magistral maniobra del poder económico. En pocas palabras los que se dicen apolíticos, demuestran ser los políticos mas inteligentes del mercado. Y nunca mejor dicho.
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